Súbita austeridad
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Luis Larraín
Algunos economistas de la oposición, Alberto Arenas y Guillermo Larraín entre ellos, han manifestado de un tiempo a esta parte una súbita preocupación por la austeridad fiscal. De partida, se plantea una exigencia de holguras fiscales, como si eso fuese una obligación de un gobierno al terminar su período.
Pero lo más desconcertante para cualquiera que siga las cuentas fiscales es que entre quienes tienen el atrevimiento de criticar al gobierno del presidente Piñera por una supuesta falta de austeridad en el manejo de las finanzas públicas estén quienes ocuparon posiciones en esa área durante el reciente gobierno de Michelle Bachelet. En efecto, el gasto fiscal, de acuerdo con las últimas estimaciones, registraría este año un crecimiento real de 5,9%. Se tendría entonces que durante estos cuatro años el gasto registraría un crecimiento promedio real de 5,1%, en comparación con un aumento promedio del PIB de 5,5%. En el gobierno anterior, en cambio, las cifras equivalentes son de 10,5% real para el gasto y 3,3% para el PIB. Vale decir, mientras el gobierno de Sebastián Piñera hizo crecer el gasto fiscal por debajo del crecimiento del producto, demostrando así un comportamiento fiscal austero, durante la administración de Bachelet la brecha entre aumento del gasto y del producto fue negativa, con un promedio anual de -7 puntos porcentuales. ¿Se puede reclamar falta de austeridad fiscal con ese récord? Creemos que no.
Alguien podría decir que las cifras anteriores no toman en cuenta que el gobierno de Bachelet debió enfrentar, hacia fines de su período, la crisis financiera internacional. Para tomar en cuenta estos factores debiéramos pasarnos entonces a examinar el balance estructural. Sin embargo, entre el año 2005 y el año 2008, cuando todavía no se manifestaban los efectos de la crisis y mientras se verificaba un fuerte aumento del precio del cobre de tendencia, el balance estructural o cíclicamente ajustado como se le llama ahora pasó de un superávit de 1,1% del PIB a un déficit de 0,8%. Vale decir un deterioro de 2,9 puntos del PIB que se explica por una política fiscal expansiva que no se podía mantener en el tiempo. Si consideramos la totalidad del período, constatamos que la administración de Bachelet recibió el gobierno con un superávit estructural de 1,1% del PIB y lo entregó con un déficit de 3% el año 2009, vale decir un deterioro de 4,1 puntos tendenciales.
El gobierno de Piñera, en cambio, recibió un déficit estructural de 3% y entregará un déficit de 1,2% de acuerdo con las últimas estimaciones. Vale decir una brecha positiva de 1,8%. ¿En qué lugar del mundo es más austero deteriorar 4,1 puntos el balance cíclicamente ajustado que mejorarlo en 1,8 puntos?
Se ha afirmado por quienes abultaron el déficit estructural que es incorrecto hablar de 3% de déficit el año 2009 porque hay 1,2 puntos que se explican por impuestos transitorios. Un punto discutible, pero aún así las cuentas no le cuadran a los economistas de Bachelet porque, si aceptáramos su tesis, este gobierno habría heredado un déficit de 1,8% del PIB que habría reducido a 1,2% del PIB, aún teniendo que hacerse cargo de la reconstrucción del terremoto y contando con una holgura proveniente del precio del cobre menor.
Pero los economistas del comando de Bachelet están decididos a transformar el debate sobre las cifras fiscales en una batalla política. Su último reclamo fue por “secretismo fiscal” y un supuesto acuerdo entre el ministro de Hacienda y el Consejo Fiscal Asesor para mantener en reserva los parámetros que se usarían en el Presupuesto 2014. Las autoridades ya dieron a conocer estos parámetros, bastante anticipadamente a la obligación legal del 30 de septiembre y sin que exista prueba alguna de ese supuesto acuerdo, que dada la composición del Consejo Asesor Fiscal no tiene verosimilitud alguna.
Son poco creíbles los arrestos de austeridad de los economistas opositores. Sabemos que cada vez que el gobierno presentó al Congreso un proyecto que requería fondos fiscales (reajuste del sector público entre ellos), los parlamentarios de la oposición presionaron y lograron un mayor gasto.